martes, 3 de abril de 2012

Cuando una cosa sale mal hay que seguir adelante

Hace unos días escribí sobre un encargo de una ilustración para una revista.
Se barajó la posibilidad de usar una ilustración antigua pero finalmente decidimos seguir con la idea de una ilustración original partiendo del concepto de la otra. El trabajo consistía en adaptar una ilustración histórica (tanto de tema como de antigüedad) pasándola además del formado horizontal a un formato vertical (casi cuadrado). El tiempo de realización no era mínimo pero sí muy ajustado, sobre todo teniendo en casa una niña pequeña.

La cosa siguió fase tras fase, bocetos, más bocetos, primer work in progress e ilustración terminada. Sin embargo, dejando de lado el entusiasmo, tanto el cliente como yo nos dimos cuenta en seguida que el proyecto no nos convencía del todo.
Sugerí de mantener en general los elementos originales sin utilizar la misma perspectiva y la misma disposición. Se realizaron los primeros bocetos a los que siguieron otros con unas modificacciones y finalmente fuimos a por la ilustración. Y ahí es donde hubo el fallo.

En nuestro trabajo hay miles de cosas que pueden ir mal, desde problemas técnicos a una visión de la ilustración distinta entre el realizador y el cliente. Una idea que parece buena puede resultar terrible después de su realización (también si fuera una buena realización). Por último hay el caso en que lo que se tuerce es la realización, sobre todo si, en lugar de realizar la ilustración como tal, el artista empieza a añadir detalles realistas, ya sabiendo que el grado de realismo no será suficiente como para realizar un trabajo realista y demasiado realista para ser una ilustración más "abstracta".


Así que terminé el trabajo y lo entregué, sin estar realmente satisfecho. Sin tener aquella sensación de trabajo de calidad que habla por sí mismo. Como normalmente soy muy perfeccionista, a menudo no me siento del todo satisfecho con las ilustraciones, aunque la mayoría de las veces por fecha de entrega y por establecer un nivel aceptable (si no perfecto) el trabajo se tiene que considerar acabado.
Supuse que la sensación que tenía no era más que mi gana de hacerlo perfecto, y que hice bien en dejarlo más "inacabado"  dejando detallados solo los personajes principales.
El cliente llamó y rechazó la ilustración, el trabajo no le convencía. Probable que haya sido la cosa mejor. Sin embargo no me parecía bien dejarlo colgado y no había tiempo para una ilustración nueva desde cero contrarreloj, sobre todo cuando ya estaba contaminado con la primera versión. El cliente propuso colorear la ilustración original, por supuesto especificando que no fuese un trabajo mío original. Así lo hice. Es trabajo, y por encima del orgullo artístico hay que llevarlo a cabo, la revista tiene que salir.
¿Que me ha inseñado todo esto? Que hay veces que la intuición nos sirve y otras que no. Que hay siempre que tener un plan B. Que si una idea no nos convence desde el principio es probable que tenga algo equivocado y quizás convenga seguir buscando alternativas antes de seguir trabajando. Que, como siempre, el trabajo (la revista, no la ilustración) tiene que seguir adelante.




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